sábado, 27 de septiembre de 2008

La cachetada


Entre lo que sos y lo que soy hay una ínfima pero inalterable similitud,
y una burocrática e inquebrantable diferencia.
Vos, yo, y la somera distancia,
que se ejecuta y ensancha aún cuando caminamos al lado;
es filosa;
feroz;
ahora sí, haz me un favor,
algo accesorio que lo habrás hecho con cuanto degenerado se te cruzó.
Algo que a veces te habrán hecho.
La exterioridad que necesito para convencerme de tu ineludible confesión.
Golpéame,
cambia la angulación de mi rostro con un simple manotón.
Hazme sentir el dolor seco, que dura segundos,
para después desaparecer bajo la sombra de una marca.
Apalea mi mejilla de golpe y sin presión,
con toda la fuerza que te surja de la bronca acumulada por cuanta cosa que hice,
que nunca supe aguantar.
Te va a tomar escasos segundos,
pero me va a liberar de volver a la molestia de tu irónica amabilidad,
y a la angustisa ausencia de gesto/palabra/reacción.
Un golpe apenas que selle por sentado y por violento cualquier posibilidad,
que nos aparte groseramente del oscurantismo,
de la espera,
de la quietud con mirada zumbante desprovista de carácter,
de la ambivalencia indiscreta que me presta la ignorancia
frente a el apacible estado del sujeto sin nombre.
MFL

Siesta


Sin interrumpir el monólogo de las chispas de la estufa, junté las migas que ensuciaban todavía el mantel; después, me acomodé frente a tu nariz y nos miramos un rato.
Y habías dejado el cigarrillo que empezaba a achicarse en el platito y el café se enfriaba sólo, sin ser olido, ni tomado, ni mirado, absorto, insignificante posaba cálidamente (aún)sobre la mesa.
Nos miramos un rato y ya nuestras narices empezaron a sentirse incómodas, a moverse, a ajustarse, a comprender que estaban siendo olidas, y con un sin fin de precauciones tomaron vuelo, para mezclarse o inspeccionarse de una manera más legítima; hasta que de pronto te veías menos y ahora las narices cómodas ubicadas una en cada lado dejaban de ser protagonistas.
Y el monólogo, esta vez no de chispas.












MFL

domingo, 14 de septiembre de 2008

De disímil comprensión

Pequeñas mañanas de soledad, absortas, desprotegidas, verdes, sonoras, despintadas, un torrente que vacía.
Apelo pronto al día común para encontrar una manera desprovista de rareza.
Trunca en el intento, siempre recaemos en lo que éramos.
Aprendemos a cambiar o a simular mejor con los años; nos volvemos menos transparentes, pero el vacío continua por, sobre y con los simulacros.
¿Cuál es el vicio del Rey?
Tomo prestado estos signos y me revelo en la forma en que arbitrariamente me dejan. Si, muchos los conocen y más todavía los usan diariamente,
como usan las a las curitas y a los platos y a la gente.
Pero yo los elijo, o los empleo hoy no más por falta de otra cosa;
para combinarlos con un poco de movimiento y lucidez frente a la puerca seudo-libertad.
No gastes tus horas,
desde ya te advierto: no somos simples,
y lo que sistemáticamente utilizo tampoco.
Juntos armamos esta ecuación de disímil comprensión y ferviente atrevimiento,
que junto a tu voz ya se siente melodía.






MFL

Borracha (cf)

A parte de la inesperada aparecida,
pulías con actos el silencio del que nos habías rodeado.
Y mirando desde el costado de mi sobriedad,
te disfrutaba ver descolocando los parámetros de aquella noche.
No te suspiré lo suficiente,
no necesitaba sustancias externas
porque me embriagaba tener tu piel tan pegadita a la mía,
como nunca,
como esas mañanas de sueños lujuriales,
casi indespertables;
los que traen decepción con la vigilia.
Tratando de demostrar tu astucia y tus conquistas,
exprimías a la luz el interés, el que siempre te rehusaste a extirpar hasta de tu conciencia.
Desvinculando lo uno de lo otro y apagando hasta los costados,
no lo hubiera descubierto ni con una adivinanza de niños,
pero fue tu manera de decirlo.
Y esta vez yo me ausenté para no escucharlo,
y tus ojos que se pierden en el humo de sustancias,
me contagiaron esas ganas del descaro.
Para apretar el pasado y consumirlo en apenas una nota al pie,
pero la insustancia todavía usurpa y requería una imprudencia explícita para proceder de una manera no esperada,
o esperada pero en otro tiempo,
que ya no coincidía con ese que se decoraba con una música algo diversa a la de salón.
Y te quedas,
y me voy,
y me quedo,
y te vas.
Y el resto es viaje, ruta y colectivo.






MFL