Para estas alturas el sol ya debe estar helado;
hay un sonido de la calle que retumba adentro de todo mi departamento,
y ahora sí,
después de la hora indicada,
todos han apagado las luces.
Los vecinos rebeldes,
hacen del oscuro lo que se les antoja,
y yo decido olvidar que todo eso es posible.
“Un objeto puede cambiar el mundo”,
y a mi solamente me dejan creer que :
“puede modificar la realidad que te circunda”.
Mientras tanto Córdoba se mueve con furor también a la noche.
Mientras tanto me acuerdo que hace mucho tiempo perdí las alas.
A trece pisos del suelo deduzco trágicamente que diez años es demasiado tiempo para entenderte fuera de mí.
Mientras tanto una gorda adquiere proporciones gigantescas arriba de una silla de noche.
Mientras tanto muchas mujeres dan vueltas en un cuadrado ínfimo,
la música bien al fondo
y la gorda nos explica a todos
con orgullo y en voz alta
como se le insertan las pijas en la garganta.
Que el otoño me encierre es una explicación que elijo;
que no sepa qué hacer con estas estaciones intermedias es algo que salta a la vista.
La conciencia,
la responsabilidad que aterriza delante de la conciencia;
y una estúpida necesidad de coherencia biográfica.
Y todo esto solamente para hablar sobre una mala onda estricta y prolongada
que seguramente deviene de la elección imparcial por un solo agujero.