mientras tanto yo descubro el porqué de mi mal humor.
Es tarde y la humedad con los mosquitos me cambian de olor la piel,
me la hacen mutar.
Una película de terror que no era como todas dijo.
“No tiene mostros que salen de abajo de las camas, ni hay sangre”.
Una película de terror que “esta buena”.
Le cuento de la vecina a una chica un poco desconocida;
le pido perdón por cosas inútiles;
le cuento cosas que ni siquiera le importan.
No cierro la ventana,
nunca prefiero cerrar las puertas ni las ventanas,
aunque después me de lo mismo,
aunque no sirva para nada;
mucha gente no las cierra y al final,
es solamente para que corra el aire.
En general eso es Córdoba y Febrero,
un montón de puertas abiertas para nada;
para que corra el aire porque sino se hubieran calcinado adentro.
Fui al baño en un silencio bastante mío,
entré en silencio,
(como hago a veces).
Madre preguntó si era yo;
sí, era yo.
Intuí que ese pis catarata contenido adentro era lo que por presión,
por tensión,
no me dejaba dormir a secas.
La tapa plástica del inodoro y la jabonera azul me hicieron acordar al pueblo,
a mi otra casa,
a mi otro baño;
a los trofeos de arriba de mi ex-biblioteca,
a la tierra de la cómoda;
los perritos bebes,
la mesa redonda del patio
los ligustrines.
Me hicieron acordar cuanto odiaba ver películas de terror en verano;
y que el terror no puede ser lindo,
no puede estar bueno.
Hoy, es decir ayer mi padre hubiera cumplido 53 años,
un número chico para estar muerto.
Flor Lopez