lunes, 28 de septiembre de 2009

Puente verde-celeste




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La segunda vez,
despúes de aquella vez,
después de la primera

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La segunda vez ella fue a su casa,
se sentó en un banquito (colorido),
al lado de su cama.
Se quedó bastante quieta y miró de reojo toda la pieza.

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La segunda vez parecía más temprano que la primera.
Ella esperó en el costado,
en el banquito,
derecha; demasiado por la hora.

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Los dos sobrios no sabían que hacer ni con los pies ni con las manos;
se sacaron torpemente los zapatos,
e intentatron violentar un Licor Cherry.

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Estuvieron a tres pasos,
la segunda vez

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Estuvieron a tres pasos,
en la pieza y en al auto.

Discontinuos,
solitarios,
a tres pasos insalvables,
la segunda vez.

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Cuando él leía a Bataille- hablando de la poesía -a ella le dio ganas de arrojarlo -a lo Bahía- y mostrarle que un poema puede también ser un beso.

O que los besos no ameritan poemas porque ya lo habían sido todo;
eran un círculo cerrado;
sellado;
por dos lados donde apenas se escabullía un alo de aire para respirar.

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No lo hizo.

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Siguió en el suelo (frío)
que había elegido para variar posición y lo miraba desde abajo.

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Ya no sabían que se reproducía en la Laptoc
y habían pasado -a esas alturas- varias rondas de Licor.

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La mañana se hizo sola;
en la pieza ni se enteraron.

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La mañana se hizo sola,
y él la dejó en su casa.

Ella se quedó en su casa
y se durmió sola en la mañana.





MFL


lunes, 21 de septiembre de 2009

21/09/09




La calle se llena de agua afuera,
los autos casi no se asoman,
y el fresco se entromete
por cada agujerito que hay en la casa

*

En este momento se para al frente mio un duende
que me mira con ojos muy verdes;
pero no me dice nada,
no me da la mano,
no me dice nada.


*

Del otro lado de la ventana la lluvia se sigue cayendo,
y ahora un trueno quiere atolondrar el clima con ruido.


*

Ensayo un poema adentro de la casa,
y se me enfrían los pies,
más allá de que decían que hoy llegaba la primavera.

*
Si me acerco demasiado a la ventana
hasta puedo sentir que me salpica
y pienso-rápido- "que bueno sería tenerlo en este momento".
La lluvia me resulta -a veces- una excusa,
y si no funciona así
entonces no sé como funciona.

*

Ahora recuerdo que nunca sentí su olor de piel húmeda
en ninguna tarde/noche de primavera,
se quedaba siempre en otoños, y me costaba volver a buscarlo.

*

El duende que ahora parecía inquieto;
giró unos cuarenta y cinco grados
y con ese gesto me daba la espalda;
me había quitado los ojos -verdes- de encima
y yo de bronca -para pelear- dejé de mirarlo.

*

"Me gusta el ruido de la lluvia para ensayar poemas
mientras me da frío adentro de la casa"- pensé-.
y un remolino de viento
-que entró por la ventana por donde se escabullía el fresco-
me voló una hoja y sacudió al duende.


*--*


Que los versos los cortara donde yo quería era un detalle,
que en la noche iba a dormir sola y de a gotas una premisa;
y que de detalles y de premisas se armara un poema
una estúpida libre y dulce ocurrencia.










MFL








martes, 15 de septiembre de 2009

Mi parque Jurásico






A quien fue mi padre



Convivir con ese tipo de dinosaurios no era algo que me aterrara. Siempre entendí que era yo el fenómeno por tener piel más blanca y menos rugosa y unos cuantos menos metros de estatura.

La casa era gigantete, techos muy altos y patio amplio; los yuyos abundaban como así también los árboles. Las habitaciones contiguas y no tenía pieza sola. El baño: un acueducto que rara vez limpié.

De esos requerimientos típicos de alimentación, espacio vital e higiene surgieron los primeros inconvenientes familiares. Las más largas discusiones se basaban fundamentalmente en la "hoja".

Madre era una Triptus- vegetariana- que usualmente comía del duraznero de la derecha del patio de casa. Tenía dos hermanas yo - vegetarianas también- por convicción ellas; y habían aprendido a alimentarse como Madre de las mismas delicias. A mí eso me parecía horrible, repugnante, o demasiado puro.

De todo ese complementeo alcanzable tenía varios - árboles digo- de diferrentes frutas, con sabores casi todos amargos; y los había provado sí, más de una vez en alguna noche. Sin embargo, despúes, no podía evitar colgarme de La Reja, siempre de este LA-DO que separaba mis casas de los carnívoros salvajes.

Madre tenía toda la calidez de una vegetariana e insistía sobre mí con cursos de desgustación y cosas que ya he olvidado. Insisto: yo me sentía culpable porque no me gustaran las plantas. Varias veces mis hermanas - mayores no dije- me invitaban a sus aventuras del sabor, pero no; rara vez yo sedía.

Un día, bastante soleado por cierto, cosa que no era costumbre en El Parque, los reuní a todos; me paré un poquito más firme que lo de costumbre, (mi columna vertebral estaba reforzándoce, aunque yo sabía que nunca alcanzaría sus alturas) y dije titubeando si: " Me gusta lo rojo", "me gusta la carne".

El escánadalo fue el previsible, tal vez un poco menos de Madre que del resto; auque pude observar en su cara esa especie de decepción sin consuelo cuando uno dio su vida por los hijos para que despúes se vayan del lado de los salvajes.
El exilio fue inmediato, tanto que no dejó margen para el dolor ni la nostalgia, ni la melancolía ni un puto verde recuerdo.







MFL


martes, 1 de septiembre de 2009

Una estrellita flotaba en el vacío,
mientras los otros pulgarcitos se escondían abajo de la escalera.
La lluvia se avecina en la ciudad del centro,
y los locos dejan el escenario para acariciar el cemento seco.









Quiero un jardinero bien suelto,
una casa de rejas bajas pintadas de blanco gaviota.
Quiero una rama dura que haya quedado del otoño y una pelusa para pedir deseos.
Quiero la tarde de siesta de sol y frío,
y la plaza en el fondo con algunas palomas.

Quiero ver los payasos y el pulgarcito metido en mi bota.
y porque no un elefante con trompa cuadrada,
Quiero el eufemismo que a su vez aborresco,
y mostrarte la brillantina que hay abajo de mi dedo.







MFL