lunes, 26 de abril de 2010

Esto no tiene nada que ver con la miopía señora, pero es que le juro, no puedo ver más allá





Ayer Domingo me convencí  que debajo de nosotros debe haber algo.

En general las cosas tienden a congelarse,
y puedo asegurar que eso no tiene que ver ni con el Otoño ni con frío.


Atrás de mi
el armario ese
que guarda tantas porquerías,
que nunca acomodo,
porque cada vez que pruebo no me sale;
la mesa,
la laptop en la mesa
y mi zapatilla que raya el piso parquet,
que creíamos que “iba a ser más cálido”,
pero es igual.

En la pared: el calefactor,
más esa misma pared que se va a manchar por el humo del calefactor,
que hace poco pusieron,
que hace poco empezamos a prender.

No hay nada detrás que me venga bien,
o hay tantas cosas que se esconden,
y me canso de buscarlas,
irremediablemente me canso.

El día me dio ganas de que fuera este día por mucho rato,
le robo un pulover a mi hermano y salgo.
Elegimos el bar de nuestros inviernos
y a mi se me da que esta estación 
-helada- 
nos jode para que extrañemos  gente.

“Un café doble con crema y una factura” le dije
y de pronto todas empezaron a hablar mucho,
la gente se movía intuyendo cosas más allá de la gente,
y de pronto un alboroto;
y a mí se me generó una confusión enorme por que
la Vero me mandó a que eligiera la factura;
y se suponía que era una bar donde te traen las cosas,
donde hay un catálogo elevado con precios y ofertas,
donde las cosas se piden
y por eso nos quejamos,
por “elegir sin mirar”.

Si hubiera una sustancial diferencia entre un café y la vida,
ya alguien la hubiera escrito.
El azúcar,
mi mano revolviendo el azúcar;
las chicas diciendo muchas cosas;
unas viejas llenas de joyas,
diciendo pavadas;
la mesa;
el vidrio;
la raya que algún pelotudo dejó en la mesa;
la mitad del café frio;
la moza que lo calienta;
un partido de no se que en un tv 14´.

Todo lo que está ahí,
es lo único que siento.
A eso de las 10 miro el celular y
pienso que el piso late,
late todo el tiempo,
desde  abajo
y nadie se da cuenta.






martes, 13 de abril de 2010

Poema: cada vez me cuesta más ponerte titulo

Hace exactamente cinco meses que desde mi balcón veo una bandera de Boca re-utilizada como cortina en un edificio vecino;
y no puedo pensar en otra cosa,
más que el trágico hecho de que lo único que sé de ese vecino es que es de Boca.

Hoy es el primer día de Otoño en Córdoba;
o el primero que noto.
Porque hace mucho tiempo no prestaba atención;
no me daba cuenta de las cosas,
y de los días.

Odie tanto tiempo a las palomas y ahora creo que las envidiaba,
o envidiaba eso que tienen de poder pasar de un lugar a otro,
de una ventana a otra
como si nada.

Digo que es el primero porque una vez escuché que “el Otoño descuelga todo”;
algunos prefieren tomarlo como un imperativo categórico;
a mi me parece una frase coherente.

La tristeza es a veces eso,
no saber donde poner la mirada;
no saber sobre el tiempo,
o que se te olviden las manos.

Cuando todo se empeña en hacerme sentir inmaterial
aparece una señora en la esquina con una bolsa de súper,
y le pega a un perro que intenta violentar sus pertenencias,
sus cosas;
y pienso que comparto con la señora lo de intentar destruir las cosas que me violentan,
que me amenazan.

Al costado de mi,
otra vecina trapea el balcón con su novio en cuero que la mira,
y después trapea él,
y así los dos,
y se completan.

El detalle es que no sé si hace frío porque me niego a abrir las ventanas;
que corro apenas las cortinas y veo que es Otoño,
pero que no las abro,
que no las toco.

Al frente de mi cama hay una foto de la torre de París,
por las lineas y los colores,
la torre se esconde como imperceptible,
es decir casi nadie sabe que es la torre,
hasta que les cuento que es la torre.
Hasta que con el dedo les remarco la punta y despues me deslizo por uno de sus laterales,
y sin sacar el dedo de la foto les digo:
"mira ves!!,
ves que es la torre???"



Nunca pensé que fuera tan difícil decir que hace un tiempo me habías empezado a doler adentro.




(amigafotografapreferida)