martes, 25 de mayo de 2010

No flasheo ninguna boludez solamente digo lo que veo



“Hay lugares en los que a veces
simplemente no se puede entrar”




Domingo eso dice mucho,
El Patio Olmos y yo que me quiero sentar en la rotondita de afuera pero una paloma me asusta,
no me deja.
Creí que iba a haber más silencio,
menos bullicio,
pero no.
Es domingo,
se ve que eso ya no dice tanto.




Me molesta el calor, el pullover y el calor que no había prometido hacer,
me siento en un banquito, en frente del Patio
el único que es enorme
iluminado y cerrado.
En el banco al lado mio una señora de remera violeta y zapatitos como los de Batistella, los que compra mi vieja cada vez que viene a Córdoba.
Un hombre de campera negra dice: “le iba a decir que si pero..” no alcanzo a escuchar la excusa. Me enojo, quería escuchar la excusa, quería saber por qué una persona pelada, con campera de cuero y jean apretado en las bolas no dice que SI.
Se va la señora, la pasan a buscar, la pasan a buscar.
Mucha gente camina por la Velez el domingo a la tarde,
no lo había notado.






Una mujer rubia grita: “¡Doris…, chicas!”
de una cuadra de lejanía
pasa corriendo por mi banco y pienso que suerte que no se cayó con esos tacos.

Un señor se para en la otra punta de mi banco, del banco que por un ratito era mio y yo creo que se va a sentar pero no. Termino de decir esto y giro la cabeza al semáforo un perro beight esta parado en la senda del peaton y se da cuenta de que no puede y se aleja y yo pienso que hasta los animales son más vivos que yo para darse cuenta.


Después caigo de que a nadie le interesa en lo más mínimo lo que estoy haciendo.
los que cruzan la calle ahora cruzan ante mi, cruzan la vereda como cruzan la calle.




Un chico de lentes muy bien vestido (según yo)
y un nuevo señor con el que comparto el banco.


Pienso en qué hago acá, en que no quiero eso ni nada.
La gente me mira ahora,
debe ser por los lentes.
Urbanamente eso es la urbe, un montón de gente,
no hay misterio.
Un chico se sienta al lado mío y me dice “que tal” y yo no respondo. Me creí demasiado lo de testigo, lo de la ausencia, ahora no creía que la gente fuera realmente capaz de verme.
El chico esta sentado perplejo, con la mano se sostiene la cara, y tiene puesto un traje.
No flasheo ninguna boludez solamente digo lo que veo.

Hace cinco minutos me doy cuenta que no me gusta compartir el banco.
ahora tengo frío y vergüenza de la gente que no conozco.
¿Cuándo se va a hundir la calle?
¿Porqué soporta callada tanto peso?
Que peligrosidad la de lo cotidiano, si uno quisiera le podría tener miedo a todo.
Todos fuman, ¿porqué todos fuman?
intento fuma pero a la tercera lo apago. Hay cosas que me salen solamente de noche, como entrar al Patio Olmos, cuando la mayoría de las cosas están cerradas, los caminos obturados.






Segundo trole, primeros hippies,
y en el banco de al lado un señor que saluda a varias personas, se ve que siempre viene, o algo así se me ocurre.
Digo de nuevo: tengo frio.
Lo curioso de los bancos es que siempre da la impresión de gente que espera. No sé que cosas, pero las espera. Según los otros que las miran.
Digo por tercera vez: “tengo frío”
y el señor “saludador” para mi noticia se ha ido.
en frente un par de hippies siguen sentados también esperando.








Veo a todos solos y por primera vez pienso que a la soledad la podríamos confundir apropósito con el miedo al riesgo.
Tercer trole
(que veo)
y un pendejo hermoso al que nunca voy a hablarle.
Un nene llora de la mano de su madre,
tres nenes piden en frete solos.






Todavía es de día y veo la luna
no entiendo porqué veo la luna y me agarra un ataque y quiero decirle a todo el mundo que es de día y se ve la luna.

lunes, 17 de mayo de 2010

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Mayo se deja rastrear entre un frio helado que nos ataca casi a la mitad.


Saco el pullover de rombitos de arriba del ropero y casi me caigo por no querer pisar mucho la silla.
Uso el largo de mi departamento para correr y calentarme los pies;
siempre se me congelan los pies,
se me endurecen, y empiezo a estornudar.
“Soy re flojita “ te cuento,
siempre me enfermo por todo.


Además del café y de las medialunas de la esquina,
me gusta que cuando hace frío me dan ganas de estar más cerca de la gente.
“todos parecen más lindos” dijo un chico.
Para mi no, son iguales solo que más abrazables.


En la Facultad tres personas me dijeron:
“Estar tierna para abrazarte”,
entonces miré para cualquier lado y les dije que era por el buzo.
Así corroboré mi teoría:
Los buzos no calman el frio, los abrazos si.


Un buzo que inspire abrazos es la solución para todos tus problemas,
los kilombos del frio,
y esas boludeces.
El resto:
Un plato de fideos con aceite y queso,
una chica teñida dando vueltas que me atosiga en el celular,
una brillantina violeta en la punta de tu dedo




anular.












Flor Lopez

domingo, 9 de mayo de 2010

dibujito: Anuar Chichero


No sé si tu perfume es tan común o será que he aprendido a reconocerlo en todas partes


A veces no saber qué decir puede ser tambien una forma de estar encerrado.