jueves, 31 de enero de 2013

Y pensar que yo era el dragón





I

Miro por la ventana de la puerta de vidrio repartido que deja entrever de a poco como el día se hace presente porque sí.
El día que parece inmune a las lechuzas y las linternas. Un día que al que tampoco le importa el clima. Que se cree capaz de soportar todos los climas.
En frente, una puerta verde que todavía permanece cerrada, no por miedo,
por un no se sabe qué que revolotea en el aire, que no se deja agarrar.

II

Cuando te veo dormir pienso,
que a lo mejor pensé demasiado en mi.
Cuando te veo dormir, así tan profundo, me pregunto cuántas veces de tu larga vida habría estado yo en tus sueños.
Y me contesto rápido: ninguna.
No soy alguien con quien la gente sueñe. Soy un mito. Un cuento para contar, para que los otros se duerman. Y recién ahí empiecen a soñar. Seguramente con otras cosas.

III

La casa parece tener una calma que a veces asusta. Una calma con olor a hogar.

Acá la heladera siempre está llena. Y hay muchas cosas para ver en la tele.

No como en mi casa, la otra, donde nos habita más el silencio. Eso debe darnos miedo. Un silencio que se nos meta para adentro. Que nos vaya callando algunas partes para siempre.

IV

Cuando te veo dormir pienso,
que me gustaría llevarte a la luna,
para que durmamos en la luna
y nos despertemos ahí,  en la luna
y decirte, después: viste que te traje a la luna?!
y que me pegues un codazo, cuando te estires, pero que no me duela, porque ya no hay ningún estilo de gravedad, de nada en la luna.
De nada.

V

Tres babosas y dos ciempiés.
una combinación ridícula de cinco.
que podrían multiplicarse a diez y algún día a quinientos.
qué importa cuántos si no sabemos cuáles.
que importa cuántos.

VI

Dicen que los dragones vuelan, nunca pregunté si alto.
Pero dicen que vuelan.


VII

Cuando era
(aún más)
chica
amaba
(aún más)
los cuentos,
una y otra vez disfrutaba que me contaran las mismas historias
mientras cerraba los ojos con la calma de esa voz,
ahí,
atrás,
que seguía sonando.
Que protegía el sueño.


VIII

Las bicicletas , se van a quedar por siempre en mis poemas,
porque tienen todavía eso que permite volverte a encandilar cuando los miramos de nuevo al sol.
cuando justo combina, con ellos, el día y la luz. 

ahora, me gustan los cuentos, las puertas de vidrio y las bicicletas.
Ahora, que sé que yo soy el dragón,
ahora que sé que soy yo.



martes, 22 de enero de 2013

De nuevo

De nuevo, muestra que puede y si se retuerce, el mundo también.
Lo han visto, como no.
podríamos mirarnos todos, a los ojos, a lo lejos,
mientras los otros se retuercen. Con el mundo.

Cuando te vayas, vas a ser otra h.
Mientras tanto, podemos dedicarnos a mirar películas escandinavas o a dar vueltas por la avenida mientras se caen a pedazos las alergias de los árboles.
Yo he sabido de tantas cosas,
como los números de la loterias,
los romprecabezas,
tantas cosas que se olvidan siempre de nuevo,
pero lo elijo para verte, otra vez, otra forma.

 Por ahora, habrá tantos buenos y gloriosos deseos
junto con la delicadeza de esa primera frase.

Roberta, qué carajo es el amor?

Es eso para vos el amor robertita?
saludar así no más mientras suenan las campanas de la misa
o aturdir al vecino con tus gritos y ronquera
es eso?
Decorar el cuarto, acomodar la cama
mirar por la ventana mientras me das la mano
y yo brinco de susto porque se estacionó una paloma cerca.
y vos sonreis claro,
pero.. es eso?
estar caliente hirvierdo como una pava
y despúes al otro dia frio congelado como un glaciar
y que digas "es que soy asi",
y yo te perdone. perdonar? eso es el amor?
Una ensalda de remolacha, un postre sabor clericó,
una vela a veces,
que me digas "te quiero" es eso?
Que me pases a buscar en una estación oscura,
que te enseñe las bestialidades con que se manejan los burocratas.
que le digas a tu padre "este es mi amor" eso es el amor para vos robertita?





porque yo, yo que estoy hundido en en estas cuatro paredes del cuarto cada vez mas hundido,
creo que no sé que carajo es el amor,
y espero que no sea eso,
no solamente eso.

UN TÉ MEDITERRÁNEO



Acá ahora llueve de nuevo. No ha parado de llover desde aquel domingo de madrugada cuando me dijiste que tu padre te solicitaba en Dubai para que te hicieras cargo del negocio de cajas musicales. Hubiera preferido que me lo contaras otro día, ahí yo estaba dando vueltas en el cuarto empecinado en encontrar todos los papeles para el trabajo en la Secretaria. No te pude prestar la atención que te merecías y me lo reprochaste después.
 Tenías puesto el camisón de tu prima que se había olvidado en Barcelona el día de tu cumpleaños. Te supliqué que lo tiraras que te despojaras de algunas cosas, por el peso de las valijas y de las cosas en si. Pero te empecinaste, como siempre, y esta bien. Sé que no te lo dije pero te quedaba perfecto. Además por el color, casi blanco pero no.
La realización de los deseos viene apegado siempre a una especie de virtud y un desencanto. Se mueven juntos, como mimetizados, y llueve. Ahora fuerte. Siempre me gustó mirar para afuera fijo con este clima. Desde nuestra terraza mucho mejor, porque se divisaba todo perfecto. Con un poco de “onda” como decían tus amigos argentinos, podías sacar una postal de ahí. Yo me había desactualizado ya de algunos modismos, aunque no todos.
Vos te diste vuelta de la posición que estabas y boca debajo de la cama hiciste como un gesto, una expresión de inconformidad o de no deseo. Yo te vi, no te dije tampoco, seguía revolviendo las carpetas de arriba del escritorio pero te vi. Tenías una necesidad rara de hablar, rara en vos, pero yo no podía responder. La Secretaria era un quilombo desde que a Mauricio lo habían encontrado garchando con Lucia. Tampoco me diste bola cuando te lo conté, pero ese evento había trastocado la cabeza de los que trabajaban ahí. Ahora, todos,  siempre se miraban como cómplices, aludiendo alguna cosa, ya era casi imposible eso de entenderse sin hablar. Hurgué cinco cajas más hasta que grité un “si!” como saliendo con la expresión de mi mundo. Escuché tu susto, se ve que te habías entre dormido. Me di vuelta, y seguías ahí, boca abajo, con la mano que te colgaba del colchón, respirando fuerte.
Debe ser por la paz que me trasmitían esas cajitas, o por la belleza de cómo combinaban música y miniatura, pero siempre me había caído bien tu viejo, sobre todo por lo arriesgado. Eso no sé si algún día lo supiste. ¿A quién se le iba a ocurrir que diera guita un negocio de cajas musicales en los Emiratos?
Ya eran como las tres de la mañana, ordené las carpetas y me quedé mirando cómo ocupabas toda la cama sin remedio. Tu forma en el espacio. Me levanté a la cocina a hacer un té mediterráneo. Antes me acerqué a la cama para ofrecerte, porque sabía cómo lo disfrutabas, y cuán difícil era viajar con hierbas encima. Pero ya dormías, profundamente.